En los últimos años el concepto de empleabilidad fue muy utilizado en el área de RRHH.
Se lo define como la posibilidad de conseguir un trabajo o conservar el que se tiene.
Cuando se realiza el análisis de este término se dice que está compuesto no sólo por los conocimientos, habilidades y aptitudes sino también por sus las actitudes, los valores y el compromiso.
Estas características en su conjunto son denominadas competencias. Cada uno debería conocer y evaluar cuáles de esos factores tiene y utilizar los medios más adecuados para dirigirse al mercado que pueda requerirlos.
Siempre se hace hincapié en la idea de que podemos mejorar las competencias, desarrollarlas de acuerdo a lo que el mercado laboral demanda, y en que el mercado –en este caso las empresas- es algo dado, que no puede cambiarse.
En nuestro país hay gente que no consigue trabajo, pero se presenta la paradoja de que las empresas tienen vacantes que no pueden cubrir, situación que en algunos casos dura meses y que tiende a agravarse.
Ante el panorama actual, las alternativas posibles son dos: 1) limitarse a la queja respecto del carácter inadecuado de los perfiles disponibles, y 2) trabajar de manera activa sobre la fuerza laboral existente.
Algunas empresas optaron por la segunda alternativa y crearon programas a los efectos de trabajar activamente en el desarrollo de aquellas personas que no cumplen con las características requeridas.
Tal vez haya llegado el momento de invertir la afirmación y decir que las empresas también tienen que adaptarse al mercado laboral y trabajar con lo que éste ofrece.
Algunas organizaciones instrumentaron este nuevo proceso y están dispuestas a contratar postulantes a los que puede brindarse capacitación y desarrollo cuando los mismos no se ajustan a lo solicitado para determinados puestos.
No son objetivos que puedan alcanzarse a corto plazo, pero se trata de la solución más viable para superar la situación actual.
Se lo define como la posibilidad de conseguir un trabajo o conservar el que se tiene.
Cuando se realiza el análisis de este término se dice que está compuesto no sólo por los conocimientos, habilidades y aptitudes sino también por sus las actitudes, los valores y el compromiso.
Estas características en su conjunto son denominadas competencias. Cada uno debería conocer y evaluar cuáles de esos factores tiene y utilizar los medios más adecuados para dirigirse al mercado que pueda requerirlos.
Siempre se hace hincapié en la idea de que podemos mejorar las competencias, desarrollarlas de acuerdo a lo que el mercado laboral demanda, y en que el mercado –en este caso las empresas- es algo dado, que no puede cambiarse.
En nuestro país hay gente que no consigue trabajo, pero se presenta la paradoja de que las empresas tienen vacantes que no pueden cubrir, situación que en algunos casos dura meses y que tiende a agravarse.
Ante el panorama actual, las alternativas posibles son dos: 1) limitarse a la queja respecto del carácter inadecuado de los perfiles disponibles, y 2) trabajar de manera activa sobre la fuerza laboral existente.
Algunas empresas optaron por la segunda alternativa y crearon programas a los efectos de trabajar activamente en el desarrollo de aquellas personas que no cumplen con las características requeridas.
Tal vez haya llegado el momento de invertir la afirmación y decir que las empresas también tienen que adaptarse al mercado laboral y trabajar con lo que éste ofrece.
Algunas organizaciones instrumentaron este nuevo proceso y están dispuestas a contratar postulantes a los que puede brindarse capacitación y desarrollo cuando los mismos no se ajustan a lo solicitado para determinados puestos.
No son objetivos que puedan alcanzarse a corto plazo, pero se trata de la solución más viable para superar la situación actual.